6.4.10

Los privilegios del monstruo





La alteridad infinita

Óscar David López

Casi como un ciudadano de la capital infame de la productividad y la pretensión, Los privilegios del monstruo encarna el simulacro, la performance ambulante, soledad histérica de aquel sobreviviente del artificio sociocultural hoy encarnado en obra, residuo enloquecido de lo Otro, un libro abierto entre las piernas del pensar-sentir.

Joaquín Hurtado tiene dos oficios –orificios- que atienden a la necesidad de ese querer-decir desesperado, magia donde la mano devela una paloma o un falo o una vulva o un culo, para atender la luz oculta en la sombra, acto por difícil, estimulante; exactos narrador y endoscopista. Así, es en las formas en devenir donde lo conocido adquiere sentido-interpretación para luego conseguir efecto, sin importar éste que sea derogado o aceptado.

Hurtado nos privilegia de una literatura partícipe de la condición de lo otro, textos vinculados con la era de lo Transexual-textual, en la cual hemos aprendido que las formas clásicas –mujer, hombre, cuento, pieza, novela- son, a su vez, también mezclas, híbridos, piezas lúdicas –gay, lesbiana, pervertido, gozoso, buscón, bisexual, deseoso-, dejando atrás el panorama revestido, exagerado, ahora todos somos personajes potenciales.

Los cuerpos-actantes de Los privilegios del monstruo son uno solo desdoblado en la posibilidad de una alteridad infinita, debido a nuestra pérdida de memoria durante esa búsqueda desesperada de identidad y de diferencia. Como Lezama Lima dijo que había que crearnos una sobrenaturaleza ya que la naturaleza se había extinguido, Hurtado nos presenta la monstruosidad en el juego de la indiferencia sexual-textual, sin miedo ni abogando por una nueva liberación, sino, como diría Joaquín Hurtado: con ocultamiento luminoso, siempre trans, más allá.


Post scriptum

A Rosalinda, con todo mi Libro

Después de un buen jale me gusta leer el periódico y fumar mota, para relajarme.

Leí que dos soldados se separaron de su destacamento, sin avisar a los mandos superiores. Se dirigieron a Lampazos, un pueblo en el norte. Robaron una camioneta para seguir la parranda. Traían mal viaje. Cagados porque no les quisieron vender más cerveza, empezaron a masacrar civiles. Llegó la Ministerial y hubo una persecución. Dejaron el regadero de cuerpos en cien kilómetros de carreteras. Puros inocentes. Traían cuernos de chivo y armas israelitas.

Me acordé cuando conocí a dos oficiales en un bar y me los traje al departamento. También andaban armados. Nos amaneció matando con whisky y cocaína. Eran otros tiempos.

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El secreto: abrirme las tripas con pocas palabras pero contar todo lo necesario para dar un solo golpe, uno solo. Demoledor.

Joaquín Hurtado


Las ciudades que sangran

Gabriel Vega Real

Joaquín Hurtado (Monterrey, Nuevo León, 1961) ha escrito ensayos sobre literatura, difusión científica, educación y cultura, narrativa y crónica urbana. Fue becario del Centro de Escritores de Nuevo León. Colaborador de revistas, diarios y suplementos culturales. Participa en iniciativas de defensa de los derechos de las minorías sexuales y campañas contra el VIH/SIDA y de salud sexual para población vulnerable. Ha publicado los libros Guerreros y otros marginales (Conaculta/Fondo Editorial Tierra Adentro, 1993), Laredo Song (Conarte/Conaculta, 1997), Crónica sero (Conarte/Conaculta, 2002), La dama sonámbula (Conarte, Premio Nuevo León de Literatura 2007), Los privilegios del Monstruo (Ediciones Intempestivas, 2008) y Ruta periférica (UANL, 2008).

Hoy existe una Trinidad que no es la divina; que es el misterio indisoluble de las tres personas distintas unidas en una sola esencia. El misterio inefable de la religión cristiana. Hoy las ciudades están heridas. Las ciudades son las personas, no las fronteras de las calles y los límites de la perversidad; esos límites que han rebasado los cánones establecidos. Las ciudades agonizan en un puñado de vicios que se han vuelto cada vez más sofisticados en esta tremenda agonía a la que se hemos sentenciado a las ciudades desde que las hicimos que nacieran.

La sentencia más cercana es la muerte. Tal vez es lo que le da esencia y significado a la vida, de la muerte nadie puede huir, es el desino final, la frontera de todos los caminos.

Donde la perversidad se hace infinita, es cuando las ciudades agonizan, cuando la lucha por la vida se hace inalcanzable. Las ciudades sólo sangran, pero no pueden alcanzar la redención de la muerte.

En esta agonía nos sitúa Joaquín Hurtado. Dice, en una entrevista concedida a Héctor Alvarado que, su ciudad, Monterrey, es una asesina. Yo la veo sangrando en una agonía eterna que bien pude ser cualquier ciudad. Hurtado se refiere a un código de ética encontrado en una venganza cuando un grupo de sicarios ejecutaron al asesino de un niño de cuatro años de edad. En este negocio por ninguna circunstancia se asesinan a mujeres y a niños.”

Es inútil entrar en detalles, esto sucede en todas las ciudades, unas ciudades invisibles que no son las Invisibles de Calvino, las ciudades de Joaquín Hurtado están heridas y sangrando. No son la ciudad de Monterrey, son todas las ciudades, donde el hombre de este tiempo y el de todos los tiempos se ha encargado de herirlas de muerte. Las sentencia a la muerte desde que las inventa.

Existe una trinidad que no es divina. Una trinidad que ha pervertido el sentido de la vida, y no es la ciudad de hoy, es la ciudad de todos los tiempos. La ciudad del hombre, la que privilegia al monstruo de concreto; primera deidad maligna. La ciudad del hombre que privilegia al monstruo de la satisfacción por sobre todas las cosas. El asombro debe ser cada vez más grande, hasta que no quepa en los ojos y las voces. El asombro de un balazo no basta, se deben dejar escapar ráfagas de muerte para que el asombro sea suficiente. Hasta aquí una dualidad, la del hombre, de la tierra y el asombro. Lo que completa la maligna trinidad, es que de tanto asesinar a la ciudad, hacemos que ésta se convierta en asesina.

Las ciudades sangran, agonizan, asesinan, otra Trinidad que no es la divina de la tradición judeocristiana. Es la maligna trinidad plasmada en un libro crudo. Unas líneas precisas que dicen que ya no se asesina como antes: “Eran otros tiempos”.

No voy a mencionar el contenido de la narrativa de Hurtado, corro el riesgo equivocar mis apreciaciones de Los privilegios del monstruo. Es fundamental que cada uno de sus lectores descubra su personal maligna trinidad: El concreto, la sangre y el asombro.


Joaquín Hurtado intempestivo

Héctor Alvarado Díaz

Un sello editorial independiente se hace con la calidad y el nombre de sus autores. En Ediciones Intempestivas, además, invitamos a esos autores a entregarnos libros breves que sean significativos para ellos, libros con la unidad y la singularidad para que sus lectores habituales encuentren un nuevo enfoque y quienes se acerquen a su literatura por primera vez salgan cautivados del poder expresivo de su prosa o su obra poética. Ejemplo de esto es Los privilegios del monstruo de Joaquín Hurtado.

Cronista, cuentista, divulgador de la vida en su lucha para evitar esas formas de la muerte que son la discriminación y la ignorancia, Hurtado se reconoce más que nunca en la voz que cuenta las historias del libro, algunas desoladoras, otras llenas de gozo perverso, todas atravesadas por el espíritu de un cinismo que deja en quien lo lee una sensación de que nos rodea una invisible amenaza que puede atraparnos en cualquier instante.

Ajuste de cuentas consigo mismo; homenaje violento a la tiranía del Monterrey que se esconde tras la moral, la productividad y el buen ciudadano; necesidad de dar forma a las obsesiones de un tiempo que se empeña en enseñarnos su rostro de miseria; todo ello parece encarnarse en Los privilegios del monstruo.



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