Ícaro
Mientras yo descendía de la luna a un pesebre
cayendo sobre el estiércol
de unas vacas que rumiaban azufre
y espinas de nopal,
en tu ventana el trío
terminó su concierto de boleros
con Noche de ronda en portugués.
El galán se ocultaba entre penumbras
y ni siquiera agitó la mano
para decir adiós
y así cerraste los postigos,
creyendo que tu admirador anónimo
era paisano de Pelé, soñando
que te iba a poner casa en Belem.
Al otro día en el Manolín,
con una taza de café
volví a mi soledad, suspendí mi lectura
de Clarice para escuchar en la mesa vecina
la crónica de un funeral.
Libertad Lamarque de la Niño Artillero
decía a sus contertulios:
-Maquillaje perfecto del cadáver,
zacapela entre amante y esposa,
madreselvas, claveles del aire
y una sonriente foto de Gardel
en el ramo que el Club del Tango
colocó sobre el féretro
de la voz gemela de Hugo del Carril.
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¿La poesía? / Monja mustia que escapa de un convento y en la barra
de una taberna, sin que los borrachos la adviertan, bebe un trago de vodka
y levita elevándose hacia los labios de su lejano amor.
Guillermo Meléndez
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