“El orgasmo genera un estado alterado de la conciencia”
(Diario La Jornada, mayo 20 de 2009)
En realidad no sé, a ciencia cierta, cómo fue que Héctor pensó en invitarme para la presentación de este libro. Quizá porque apenas hace unos días me escuchó en una lectura ese poema llamado “Lencería de la diosa”, o quizá por la cita que en aquel entonces hiciera de Joan Foster (de su diccionario para ociosos), y que dice algo así como que “La concupiscencia – digan los moralistas lo que quieran- es la vida”.
Y creo que esta cita podrá servirme también para entrar en materia.
Pero qué voy a decir ahora de algo que no necesita justificarse sino simplemente cantarse, gemirse o aullarse en todo caso… renuncio entonces a un acercamiento concienzudo y transfiero mi lectura a una serie de apuntes, si acaso aproximaciones sobre esta Antología mínima del orgasmo.
1.
Antología mínima, ciertamente, pero muy completa, pues en estas páginas hacen muestra tanto el contar como el cantar, y pueden manifestarse (hasta sentirse) en una rica diversidad de géneros:
Los orgasmos líricos.
Los orgasmos místicos.
Los orgasmos metafísicos.
Los orgasmos heroicos.
Incluso algún orgasmo didáctico moral.
O los orgasmos anecdóticos, incluso históricos, que quedan grabados en una memorable efemérides de la intimidad.
Otros son los orgasmos del día con día, los cotidianos, también hay de esos.
Y por último (pero no al último) los orgasmos existenciales, esos que calan.
Conté entonces ocho tipos de orgasmos como si estuvieran dados al pelo para las ocho direcciones del aire.
“El orgasmo y la Rosa de los Vientos”, también se podría llamar así esta antología. Creo que hasta un lector despistado podrá identificar estas peculiaridades de las voces que conforman al libro.
2.
Algo que es obvio, pero que me entusiasmó redescubrir en estas páginas: la vista y el oído, que son los sentidos privilegiados en el mundo ordinario, de poco o nada sirven en el mundo profundo del orgasmo. En cambio el tacto, el gusto, o el olfato, son por mucho más valiosos. Incluso es evidente que la fantasía, en esta materia, es como ese sexto sentido que de alguna forma opera en nuestro interior.
No hace mucho leía en esa misma nota de La Jornada, que los hombres forzosamente necesitan recibir estimulación física, y que en cambio las mujeres, a través de ese sexto sentido de la fantasía, pueden alcanzar el orgasmo sin más andamios que el pensamiento lúdico.
La verdad, qué envidia.
3.
Más que un apunte, lo que viene a continuación es un contagio literario que alcancé a garabatear, a partir de esta lectura.
El aprendiz de alquimista
No reconozco más alquimia que el deseo
buscando transformar al cuerpo
en un punto luminoso
de efímera plenitud.
De la sombra de los días, a la rosa arcana
donde se olvida todo por un instante.
Sacar a la luz lo que estaba oculto:
el hueso púbico, la zona erógena, la llamarada
perdida…
4.
Quizá otra obviedad que prefiero ahora poner en boca de algunas lecturas complementarias, que me han servido de apoyo al preparar esta presentación.
Dos citas entonces de Karl Kraus:
En el lenguaje erótico también existen metáforas.
El analfabeta las denomina “perversiones"…
El deseo (el orgasmo) femenino se siente junto al masculino, como una epopeya
junto a un epigrama.
Enhorabuena, pues, por la convocatoria de Héctor y Livier, pero también un reconocimiento a las respuestas que hicieron posible el clímax de esta edición.
Agradezco además, haber sido invitado para compartir con ustedes esta noche.
Finalmente… una confesión ocurrida de la ocurrencia, pero no por eso menos válida.
Y es que la verdad, a cualquiera le hubiera gustado tener una participación más activa o más íntima en esta Antología mínima del orgasmo, pero bueno… ahora nos tocó verlo todo (leerlo todo) desde las barreras.
Como luego se dice: ganas tuve, y con ellas me entretuve.
Eduardo Zambrano, Junio 11 de 2009,
Casa de la Cultura de Nuevo León, México.